miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los últimos de filipinas

Cuenta la historia que en el siglo XIX. más concretamente en el año 1898 cerca de las costas de Cuba un acorazado norteamericano (el USS maine) se hundió a causa de una explosión que los norteamericanos atribuyeron a un disparo efectuado desde la costa cubana, aunque se sospecha que los norteamericanos lo volaron ellos mismo para dar una "excusa" para iniciar la Guerra Hispano-Estadounidense que no duró mucho ya que en la batalla de Cavite el 1 de mayo de 1898 las dos fuerzas navales de los respectivos paises se enfrentaron en una batalla que ganaron los americanos, los americanos masacraron la flota ya que su armamento era muy superior principalmente porque los buques españoles estaban construidos de madera y los americanos de acero. Los americanos atacaron con una gran precisión, en cambio los españoles solo acertaron en un disparo que acertó en el buque "Baltimore" el cual perdió dos cañones y sufrió un pequeño incendio. Los americanos sufrieron 13 bajas y 28 heridos. Los españoles sufrieron 60 muertos en la escuadra y 17 más en el arsenal. Debido a esta derrota se mantuvo un alto el fuego hasta que se firmó la paz con el tratado de parís entre las dos naciones; este tratado cedía la soberanía de filipinas a Estados Unidos el cual permitió que la revolución filipina siguiera adelante, la cual había sido sofocada por los españoles tiempo atrás. 
El último regimiento de soldados españoles en luzón (isla filipina), desconociendo la guerra entre las dos naciones y que la soberanía española se había perdido en aquel lugar, se retiraron a la iglesia de San Luis de Tolosa a la llegada de los filipinos sublevados y se dio comienzo al asedio el cual duró 337 días. 
El primer día de sitio los 50 soldados españoles que formaban el destacamento a las órdenes de Saturnino Martín Cerezo encontraron una nota en la iglesia en la que ponía: "Estais rodeados, los españoles ha capitulado. Evitad el derramamiento de sangre" los soldados no dieron mucho credito a estas palabras y temiendo un largo asedio construyeron un pozo donde encontraron agua. Al día siguiente los filipinos insistieron con otra nota en la que anunciaban las victorias filipinas sobre los españoles y que 20.000 filipinos asediaban Manila, que falta de suministros iban a capitular en breve. Poco les sirvió ya que los españoles, leales hasta la muerte, siguieron en sus trece y los filipinos atacaron la fortificación aunque sin resultados; enviaron desertores españoles para que siguieran sus pasos y siguieron sin conseguir éxito. Los combates continuaron, día tras día, a los que intentaron desertar se les encadenaron aunque el teniente podría haberles ejecutado. Los filipinos, intentaron acabar una vez más con el asedio aunque lograron lo contrario, ya que los franciscanos españoles que enviaron para convencerlos, en vez de sacarlos de ahí, se unieron a ellos y a su causa. Los combates continuaron, uno tras tras otro y las bajas filipinas aumentaban pero los españoles no se rendían. Los filipinos, ya desesperados, informaron al gobierno español de la situación y el teniente coronel Aguilar fue enviado por orden del gobernador general español para que los sitiados depusieran las armas y que fueran repatriados; los filipinos no los consideraron prisioneros de guerra y se emitió un comunicado por parte del presidente de la República filipina exaltando su valor y su lealtad.
El recuento de bajas no fue muy equitativo ya que los españoles sufrieron 17 bajas y los filipinos 700, entre muertos y heridos.

Cabe destacar, como conclusión, la valentía de estos hombres que dieron su vida por España y la mayoría vivieron para contarlo.
 
                                                                    Firmado:

   Gundisalvus
                                                                         

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