Ese día, había salido de casa pronto, con el suficiente tiempo para no llegar tarde y no tener que esperar por demás. Una sabrosa comida le estaba siendo preparada en casa de sus abuelos.
El sol se dejaba ver de vez en cuando entre las veloces nubes, desplazadas por el fuerte viento que llevaba todo el día silbando en las ventanas de la ciudad. El tiempo, aun así de ajetreado, ya advertía de la llegada del verano.
"Las dos y cinco y todavía no ha llegado", pensaba intranquila la abuela, "¿Se le habrá olvid…?" Diiin daan. El timbre interrumpió sus pensamientos, ya había llegado. Pensó en disculpar la tardanza con la excusa de que el inusual numero de semáforos en rojo le había retrasado pero no lo hizo, conocía de sobra el por qué de su tardanza: no se había acordado del su rodilla, llevaba ya unos días dándole problemas.
La comida se desarrolló normalmente. El abuelo soltaba consejos y refranes que, viniesen o no a cuento, eran escuchados por todos los presentes.
Acabaron de comer, recogieron la mesa y, una vez que todo estuvo en su sitio, se despidió y se fue.
Tenia cosas que hacer pero la calma, la costumbre y el orden adquiridos en los años anteriores le aseguraban que el tiempo no iba a ser un problema. Era época de exámenes y el efecto agobiante que estos producen apenas parecía afectarle. La constancia durante el curso estaba mereciendo la pena.
Bien caída la tarde, hacía las ocho, había terminado sus tareas y hurgaba en el armario. El pantalón, una camiseta adecuada, las deportivas nuevas…
Se preparaba para salir ha correr, simplemente por el placer de hacerlo.
Esa tarde también iría solo.
Otro día más, volvía a ser ganador en la carrera de su vida, una carrera en la que participaba bajo el nombre de El Corredor Número 24.
Mori
Mas te vale estudiar porque si no, te vas a golpear duro de ir caminando para atrás sin ver la metas dónde está, y poder desearla por cuan hermosa es. Una habitación oscurecida por el color, sin aire limpio que respirar por la transpiración insistente, no siendo consciente de lo que uno se pierde por querer esconderse y no ver lo que le espera en la meta, si es que llega. ¡Qué triste perder la carrera, por creer que la recorres sólo! Pero, recuerda, todo lo que hagas sólo, llevará una energía que no es la que has venido a demostrar con tus actos.
ResponderEliminarPregunta: ¿La estás demostrando?