lunes, 30 de marzo de 2015

Un sueño para aplicar - Parte 1 de 2

Ayer tuve un sueño un tanto curioso. En él, viví un tiempo en una época muy diferente a la mía: la de las historias de mis abuelos.
Me alojaba en una casa como la de los pueblos de ahora, pero que parecía recién construida. Allí, contándome a mí, seríamos como doce o trece personas más el serivicio, un hombre y una mujer.
No os penséis que era una casa de ricos. No, allí todos trabajaban de sol a sol. El servicio le tenían casi por pena, porque aquella pobre pareja no tenía dónde caerse muerta… ¡Pasaban la noche en el establo! Y si bien no pasaban frío gracias al calor animal, el olor no era de lo más agradable.
Dentro de la casa vivía el matrimonio con sus no sé cuántos hijos, lo los llegué a contar y siempre estaban de aquí para allá.

Como en la mayoría de sueños, yo no atendía a las leyes de la física, tan pronto estaba en la cama como con los hombres en el campo o las mujeres en el lavadero. De repente era invierno como hacia los cuarenta grados característicos del verano. Por este motivo, pude ver tanto en la noche que duró en sueño.

Vi a los niños ir alegres a la escuela un par de horas para salir luego a ayudar a sus padres en casa y en el campo.
Y ojo, porque en aquella escuela no había más que una clase, cuarenta niños y un profesor.
Asistí al bautizo de algún retoño y al funeral de otro que la gripe y el frío se llevaron…

Ayude a alguna madre de madres a lavar la ropa en el pilón, que aún con su edad, acompañaba a las más jóvenes en el lavadero.
¿Qué como limpiaban la ropa? A mano. Frotando. Frotando. Contra la piedra. Frotando más. A puño. Nada de lavadoras.

La de los hombres tampoco era tarea fácil. Pude ver como se levantaban antes de que el gallo cántase y como volvían a casa al son del cantar de los grillos.
Y nada de tractores o cosechadoras. A pulso. Con burro el que lo tenía.
Llenaban ectareas y ectareas de cerales que después de meses debían recojer. Para alimentarse. Para vivir otro año más.

En aquella casa reinaba el caos del orden. Camas hechas, casa limpia, comida y cena a su hora, animales alimentados… Impresionante para la cantidad de gente que allí había.
El serivicio mantenía recogida la casa y cuidaba el establo y los niños ayudaban en todo desde una temprana edad a edad.
En aquella casa todo lo que tenían había costado tiempo y trabajo a alguien.

Me gustaría decir que aprendí mucho de este sueño que tuve, pero no tengo ese honor.



   Mori

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te olvides de dejar tu nombre en el comentario :)
Puede ser tu nombre real o uno en clave.